Cómo migrar a la nube y no morir en el intento

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12 de septiembre de 2019

La computación en la nube tiene incontables ventajas, que se fundamentan en dos pilares: en primer lugar, un portafolio de servicios de tecnología que se consume bajo demanda a través de Internet y, en segundo lugar, un modelo de cobro basado únicamente en el consumo, lo que evita la inversión anticipada en recursos de infraestructura física

Con la computación en la nube se pueden desplegar soluciones de almacenamiento de información. Entre sus beneficios se encuentran la tolerancia a fallos, sus altos estándares de seguridad y el modelo de pago por consumo.

Por el contrario, pensemos en cuánto tiempo y dinero costaría tener una solución similar corriendo desde las instalaciones físicas de una empresa en particular.

En escenarios como estos resultan evidentes los beneficios de consumir recursos en la nube. ¿Cómo podemos aprovechar entonces todos esos beneficios? 

Si bien migrar a la nube puede parecer imposible, a continuación discutiremos cómo construir una estrategia exitosa de migración que nos permita materializar este propósito.

Decidir el modelo de nube en el que se desean desplegar las aplicaciones

El cloud computing nos presenta un amplio conjunto de modelos bajo los cuales podemos desplegar nuestras aplicaciones, los cuales difieren principalmente en quién es el propietario de los recursos de cómputo que se van a utilizar. 

En primer lugar, si los recursos le pertenecen a un proveedor de nube, quien los ofrece a sus usuarios como servicios, estaríamos hablando entonces de un modelo de nube pública

Si, por el contrario, el propietario de los recursos es quien los utiliza, estaríamos hablando de un modelo de nube privada. 

Además, si decidimos interconectar recursos entre múltiples proveedores de nube y a su vez entre estos y una o más nubes privadas, estaríamos hablando de un modelo de nube híbrida. 

<Lee: Qué es y para qué sirve la computación en la nube.>

Así, migrar a la nube no implica necesariamente que toda nuestra infraestructura física vaya a desaparecer; sin embargo, esta es una decisión que se debe considerar desde el principio, pues a partir de esto definiremos si se desplegarán la aplicaciones como soluciones nativas en la nube pública o si utilizaremos un modelo privado o incluso híbrido. 

Escoger un proveedor de nube 

Una vez hemos definido el modelo de nube que vamos a implementar, debemos escoger los proveedores con los que desplegaremos nuestras soluciones. 

En particular, existen proveedores para nubes públicas, como Amazon Web Services, Microsoft Azure, Google Cloud Platform, entre otros, y también proveedores para nubes privadas, como por ejemplo Rackspace, Nutanix, VMware, entre otros. 

La elección de los proveedores implica realizar un análisis tanto financiero como de ingeniería, a partir de los cuales se podrá concluir cuál es la solución óptima para el contexto particular del negocio en términos económicos y tecnológicos. 

Analizar la infraestructura actual y buscar equivalencias 

Analizar la infraestructura actual y buscar equivalencias 

Luego de definir el proveedor de nube con el que se va a trabajar, debemos analizar cuáles son las equivalencias entre nuestra infraestructura local actual y los servicios que ellos ofrecen. 

Esto nos permitirá tener un panorama más claro en torno al aprovechamiento máximo de los recursos actuales para integrarlos con los recursos nuevos que se van a implementar. Además, nos permitirá entender mejor su portafolio de servicios al establecer la equivalencia con lo que ya conocemos en nuestro contexto. 

Analizar opciones de optimización 

Dado que estamos asumiendo un cambio y que además los proveedores de nube ofrecen un portafolio de servicios muy amplio, será esta una excelente oportunidad para analizar cómo optimizar los recursos instalados actualmente y cómo optimizar la integración con los recursos de la nube que se va a consumir.

Implementar, probar y ajustar

Ahora, después de todas las etapas de análisis anteriores, llegó la hora de planear e implementar los primeros pilotos de nuestras soluciones en la nube. 

Así, podríamos iniciar por ejemplo estableciendo una conexión segura entre nuestra infraestructura física y los recursos de nuestro proveedor de nube pública, o lanzando nuestros primeros recursos y desplegando sobre ellos versiones iniciales de nuestras aplicaciones productivas. 

Esto abrirá la puerta a un proceso de retroalimentación y mejora continua, en el que nuestras soluciones irán madurando cada vez más. Es importante que se construya un catálogo de las aplicaciones existentes y se planifique su migración, buscando mantener siempre la disponibilidad del servicio y el respaldo de la información.

Finalmente, pienso que es importante resaltar que el componente de seguridad de la información y de las aplicaciones que despleguemos en la nube debe ser considerado desde las etapas iniciales del diseño de la solución, bien sea que estas se vayan a migrar a la nube o que se vayan a desplegar allí inicialmente. No podemos hablar de soluciones óptimas en la nube si estas no son seguras, y a pesar de que contratemos los servicios de un proveedor particular, aún tenemos responsabilidad sobre
la seguridad de nuestras soluciones tecnológicas desplegadas allí. 

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