En los últimos meses he venido en un proceso de cambio de rol y con este cambio he experimentado un sinnúmero de emociones y sensaciones en el cuerpo, relacionadas a varios juicios. Esto me ha llevado a reflexionar sobre cómo lo que me pasa a mi, seguramente le pasa a las organizaciones incluso en mayor medida, pues están compuestas por personas con individualidades y diferencias.

Considerando que se pueden presentar muchas emociones, voy a centrarme en una que me ha acompañado permanentemente en este proceso: el miedo. Se trata de una emoción que por definición se enfoca en los juicios asociados a pérdidas o ganancias o potenciales pérdidas o ganancias.

Ante la presencia del miedo me suelo preguntar, ¿qué será aquello que considero voy a perder con este cambio?, e inmediatamente vienen a mi mente más cuestionamientos como ¿si seré capaz? o ¿será este el camino adecuado?

El primero de estos cuestionamientos deriva de mi juicio según el cual no tengo las habilidades para hacer algo y el segundo está relacionado con un enemigo del aprendizaje que tiene que ver con la necesidad de tener más información, de saber más, de ir sobre seguro.

Este es solo un ejemplo de cómo la emoción del miedo ha influido en la forma en que yo he percibido y transitado el proceso de cambio. Con esto en mente, es fácil imaginar que algo parecido ocurre a nivel organizacional, ¿qué cantidad de reacciones asociadas al miedo, por ejemplo, pueden generar obstáculos para que las organizaciones se adapten a nuevos escenarios?, ¿Qué otras emociones y enemigos del aprendizaje se habrán puesto en el camino de adaptación que una empresa necesita hacer para evolucionar? .

Es por esto que, a través de mis experiencias y aprendizajes, puedo entender las emociones como orquestadoras de la acción. La forma en que yo viva y entienda la emoción, determinará cómo actúo.

Entonces, enfocándonos en el miedo, pensemos, ¿qué posibilidades de acción puede desencadenar? ¿qué pensamientos aparecen en su presencia al momento de hacer cambios?, ¿de qué nos posibilita y de qué nos priva?.

En mi caso, el miedo hace que me detenga, que trate de evitar la situación que lo genera y que me incomoda. También me hace dudar y me lleva a imaginarme los peores escenarios y como consecuencia, es normal que no quiera a la primera hacer ningún tipo de cambio. ¿Se les parece esto en algo a lo que le pasa a una organización cuando tiene iniciativas de cambios?.

Con esto quiero generar conciencia sobre lo común que es sentir miedo cuando se afronta un cambio. En estos casos, hay que darle cabida a la emoción, reconocerla para saber qué precondicionamiento está generando y así poder dar espacio a otras emociones que pueden abrirnos más posibilidades.

¿Qué tal si invitamos entonces a la compasión, que como una extensión de la empatía nos lleva a empatizar con el otro y con nosotros mismos, a entender los sentimientos y experiencias para actuar y mejorar nuestro bienestar?.

Con la compasión, tenemos la posibilidad de comprender que sentir miedo hace parte del proceso y admitir que puede haber resistencia por lo que ese cambio despierta en cada uno de nosotros, de manera individual y como colectividad en una organización; que puede parecer más cómodo volver a lo conocido, a lo que consideramos seguro.

Mi invitación es que hagamos de la compasión nuestra amiga para que reconozcamos lo que una emoción como el miedo nos viene a mostrar y desde este aprendizaje, integrar también a la valentía para movilizarnos y tomar decisiones que nos lleven a seguir adelante, a atrevernos a experimentar el cambio y ver en él oportunidades.

Definitivamente, cuando hay cambios, muchas personas nos sentimos incómodas y con resistencia, el reto a nivel individual y organizacional está en entender nuestros temores y encontrar otras emociones, para sentir la tranquilidad de pedir ayuda, romper la inercia y continuar el proceso de cambio, porque en buena compañía llegamos más lejos y seguramente será más placentero afrontar los retos juntos, en comunidad.

Quiero terminar citando esta frase de Julio Olalla, maestro y pionero mundial del Coaching Ontológico: “El temor es la emoción que nos alerta de los peligros de la vida. La tarea no es hacer desaparecer el temor, sino ser capaces de elegir nuestras acciones en presencia de él. Esa es la valentía”.