Como bailarina, soy una gran antropóloga

por Gisela Galvis, el 23 de noviembre de 2018

Las clases de baile se vuelven una excusa más para la socialización, el esparcimiento y por supuesto el conocimiento.

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Desde hace unas semanas nos hemos tomado el auditorio como una pista de baile. Este es uno más de los espacio destinados para compartir y aprender de otros saberes, y es precisamente la apertura a diferentes saberes, lo que hace a Pragma un espacio potenciador de talentos, destrezas y gustos. Así, las clases de baile se vuelven una excusa más para la socialización, el esparcimiento y por supuesto el conocimiento.

Desde mi experiencia, como una más de esas personas con una seria inclinación a la  arritmia, que ha iniciado por lo menos 5 cursos de baile y nunca ha terminado ninguno, reconozco un pequeño triunfo en asistir cada 15 días a clases, y siempre tener el ánimo de hacerlo.

Creo que parte de lo que integra ese pequeño triunfo, es el ambiente que Pragma en general brinda. Me refiero a la disposición de aceptar otras formas de ser-sentir, pensar y crear… que  incluso en los pequeños momentos o espacios se transmite.

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Además, espacios como las clases de baile permiten conectar de otras maneras con lo que cotidianamente hacemos, dentro y fuera de la oficina. Creo fuertemente en la idea de que todo está conectado. Así, la mente - lo que piensas, está enlazado al cuerpo - lo que haces; y si tienes buenos estímulos, sean mentales, espirituales o corporales... lo que resulta en tu hacer, casi siempre es semejante.

Por ello, agregar un poco de movimiento o arte a un ambiente laboral, desde mi perspectiva, siempre dará buenos frutos, despertará más creatividad y más ganas de hacer.